builderall

Somos parte de una cultura que se vive y mide por el nivel de ingreso que percibe. La materialización de la desigualdad resulta un fenómeno complejo, pero está dada fundamentalmente por la capacidad de recursos que tenga el ser humano en su posibilidad de producir y de consumir. 


Históricamente hemos tenido una distribución sexista de las responsabilidades que corresponden a sostener la vida en su amplia dimensión: los hombres proveen y las mujeres crían.


Esta lógica sexista afianzó estereotipos que nos llevó socialmente a masculinizar los espacios laborales, productivos y feminizar los espacios domésticos, reproductivos, maternaje y cuidado de la vida. De esta manera, y partiendo de esta perspectiva, lo vinculado al hogar, la crianza, lo privado: es propio de la mujer; mientras que lo externo, el dinero, lo público: es del hombre. Visión reduccionista, desigual y violenta siendo las mayores expresiones de una cultura patriarcal que busca garantizar la reproducción de la especie y un sistema capitalista que explota la vida humana y la naturaleza.


Por estas razones desde el movimiento feminista se afirma que todo el sistema económico ha sido y sigue siendo sostenido desde la infraestructura de lo doméstico, desde el tiempo y dedicación de las mujeres que se han quedado en el hogar, por decisión o circunstancia, garantizando el funcionamiento de la vida? del sistema. 


Con esta conciencia y con la fundamental categoría de la economía del cuidado, siendo el principal aporte teórico de la Economía Feminista, surgen cuestionamientos profundos: ¿por qué no conceder un salario a las mujeres que dedican su vida a sostener lo doméstico y las labores de la crianza?, ¿por qué no incluir en el cálculo del PIB (Producto Interno Bruto) de cada una de las naciones las horas del trabajo doméstico que las mujeres dedican como parte del sistema económico?


Con respecto al ámbito salarial este es un debate que divide aguas. Desde una visión disruptiva no creemos que esto sea suficiente ni estratégico, culturalmente hablando, para el quiebre de la violencia económica de las mujeres. El reconocimiento salarial va a representar, quizás y solo quizás (a nuestro modo de ver), porque ya la historia nos lo dirá,  un afianzamiento de la feminización de la pobreza, porque reafirma los cautiverios patriarcalmente concebidos: la mujer es mujer en tanto madre y carga doméstica, y los espacios sociales como la crianza y del hogar se irán feminizando aunque tengan valor económico; tanto, que provocarán un alejamiento aún más de los hombres de dichas responsabilidades que realmente deben ser compartidas.


Sin embargo, los cambios estructurales son generados a lo largo de procesos históricos y aportes como los reseñados por la economía feminista, sin duda pone a la mujer-madre, al menos en una primera etapa, en un piso de mayor igualdad y poder personal en comparación a la realidad que tenían hace al menos dos siglos atrás.


Entre avances y retrocesos 


Conforme pasa el tiempo y el movimiento feminista se articula, provoca con cada ola  cambios en ciertos niveles de las estructuras políticas, económicas y sociales a favor de las mujeres, que va llevando a la sociedad a tomar conciencia progresiva de las condiciones de igualdad y equidad en las que merecemos avanzar, no con respecto a los hombres porque no son la medida, sino relativo a la dignidad de la vida en contextos sociales que permitan mayores grados de autonomía y libertad para nosotras sin que esto se traduzca en la explotación de ningún sistema humano o ambiental. 


Hoy ya podemos ver a más mujeres viviendo más allá de lo doméstico, con acceso a educación universitaria, gracias a todo el movimiento de derechos civiles que las feministas de la segunda ola provocaron. Incluso, con la posibilidad de decidir abiertamente sobre optar por ser madres o no, sin que ello implique sentirse menos mujer. Podemos vernos en ámbitos laborales, gerenciales y de mayor participación en ámbitos jurídicos y financieros? espacios históricamente masculinizados. 


Hemos tenido avances, sí, y también retrocesos significativos, por ejemplo: la derogación del marco jurídico a favor del aborto en EEUU; así como la pérdida del acceso a la educación para niñas y mujeres en Afganistan por el ascenso al poder del régimen Talibán. Una muestra de cómo los derechos conquistados también pueden perderse.


Estadísticamente aún estamos muy lejos de decir que gozamos de condiciones de igualdad y equidad. El feminismo nos ha dado el piso teórico para aprender a identificar el entramado tan complejo que se ha articulado en el matrimonio, sólido y resiliente, que tienen el patriarcado y el capitalismo quienes van ejerciendo e institucionalizando diferentes formas de violencia machista, con expresiones cada vez más crudas y naturalizadas, que no se perciben como violencia, haciéndonos pasar de un patriarcado de coacción a un patriarcado de consentimiento.


La feminización de la crianza, el emprendimiento desde su neo-esclavitud, la prostitución, ahora también la neo-prostitución con la proliferación cada vez más abierta de los suggar daddy. La masificación de los vientres del alquiler, que va provocando la venta abierta de la humanidad en sí misma, y la extensión de lo doméstico como forma de ingreso. Todos estos fenómenos están hoy tan naturalizados que no los vemos como problemas, ¡y vaya que lo son! 


Son expresiones de violencia económica porque cada uno de los aspectos que los articula, antecede a la necesidad de acceso a dinero por parte de las mujeres. Es la evidencia del mercado de las mujeres, la materialización de nuestra cosificación como mecanismo de supervivencia: se vende el cuerpo, se vende el tiempo; se venden en partes, se comercializa nuestro ser biológico en su capacidad reproductiva? ¿y qué hace el sistema? En lo económico: lo explota y saca muchísimo dinero a costa de ellas. En lo social: lo consume y reproduce sin cuestionarlo, reafirmando el androcentrismo y cómo los hombres son dueños de todo el sistema.


Así se complejiza la situación para las mujeres, con muchos potes de humo, ya que el sistema lo permite convenientemente para desarticular, enajenar y banalizar lo que desde el pensamiento crítico y el movimiento feminista tenemos la capacidad para identificar y la fuerza y constancia para derrumbar. Por ello el valor de teorizar y politizar desde el feminismo, pues en su justa y compleja intervención, es la que nos va permitiendo transformar realidades de injusticia y desigualdad para avanzar a una sociedad más llena de vida, dignidad, igualdad y equidad.


Desde esta perspectiva política, con la economía feminista como base teórica, vamos construyendo nuevas rutas para abrir caminos que nos permitan desarticular la feminización de la pobreza, visibilizar el patriarcado de consentimiento y comprender las reglas del dinero con base en la educación financiera. Articulamos los principios del dinero con perspectiva feminista a programas de formación, inversión y acompañamiento que nos permitan quebrar las dependencias económicas con ese sistema económico, que nos quiere en la continua supervivencia en todas sus dimensiones: siendo sólo fuerza de trabajo, sujetas en cuerpos físicamente explotados, agotadas y enajenadas con dobles y triples jornadas sin posibilidad de pensarnos autónomas con libertad de tiempo y abundancia de dinero.


¿Es posible avanzar hacia una nueva realidad para las mujeres llena de dignidad, conciencia y abundancia?


La respuesta a esta pregunta la estaremos compartiendo en formato de ponencia con mayor detalle en el III Congreso "Todas las mujeres que habitan en mí" de @MadreTierraPhilly de acceso completamente gratuito. Puedes ser parte inscribiendote justo aquí . Y como este viaje tiene la conciencia de ser un franco proceso de disrupción, que apunta a contribuir en el cambio de las estructuras sociales, políticas y económicas iremos aún más a fondo con cada uno de los capítulos que se vendrá en el primer y próximo libro que emergerá de las experiencias de @disruptivas_ y @casasvidalibre


Feminismo y disrupción será el camino para florecer en las grietas del sistema; desde la sororidad como estrategia financiera.